sábado, 6 de diciembre de 2014

El circulo del 99....




Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente, que como todo sirviente de rey triste, era muy feliz. Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertaba al rey cantando y tarareando alegres canciones. Una sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.
Un día el rey lo mandó a llamar.
Paje -le dijo- ¿cuál es el secreto?
¿Qué secreto, Majestad?
¿Cuál es el secreto de tu alegría?
No hay ningún secreto, Alteza.
No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.
¿Por qué está siempre alegre y feliz? ¿eh? ¿por qué?
Majestad, no tengo razones para estar triste. Su Alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la Corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿cómo no estar feliz?
Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar -dijo el rey-.. Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando…
Vete, ¡vete antes de que llame al verdugo!
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.. El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y ,alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.
¿Por qué él es feliz?
Ah, Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo.
¿Fuera del círculo?
Así es.
¿Y eso es lo que lo hace feliz?
No Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz
Así es.
¿Y cómo salió?
¡Nunca entró!
¿Qué círculo es ese?
El círculo del 99.
Verdaderamente, no te entiendo nada -dijo el Rey-.
La única manera para que entiendas, sería mostrártelo en los hechos.
¿Cómo?
Haciendo entrar a tu paje en el círculo.
Eso, ¡obliguémoslo a entrar!
No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.
Entonces habrá que engañarlo.
No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, él entrará solo en el círculo.
¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
Si, se dará cuenta.
Entonces no entrará.
No lo podrá evitar.
¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?
Tal cual. Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?
Sí Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. 99!
¿Qué más? ¿Llevo los guardias por si acaso?
Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
Hasta la noche.
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey. Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba. Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía: “Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie como lo encontraste”.
Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse. Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde detrás de unas matas lo que sucedía. El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados de la puerta y entró a su hogar.
El rey y el sabio se arrimaron a la ventana para ver la escena. El sirviente ingresó presuroso a su hogar y con su brazo arrojó al piso todo lo que había sobre la mesa, dejando sólo la vela. Se sentó y vació el contenido de la bolsa… Sus ojos no podían creer lo que veían. ¡Era una montaña de monedas de oro! El, que nunca había tocado una de estas monedas, tenia hoy una montaña de ellas. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar a la luz de la vela, las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas. Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas. Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis…. y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60….hasta que formó la última pila: ¡9 monedas!
Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa. «No puede ser», pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja.
Me robaron -gritó- ¡me robaron!
Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba. Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro “sólo 99″. -99 monedas es mucho dinero- pensó. Pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo -pensaba- Cien es un número completo pero noventa y nueve, no.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que se asomaban los dientes. El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?
Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla. Después quizás no necesitara trabajar más. Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es rico.
Con cien monedas se puede vivir tranquilo. Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario. «Doce años es mucho tiempo», pensó. Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra por ello. Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero. ¡Era demasiado tiempo!
Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comidas todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender… vender… vender…
Estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno? ¿Para qué más de un par de zapatos? Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien. El rey y el sabio, volvieron al palacio. El paje había entrado en el círculo del 99…
Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche. Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando de pocas pulgas.
¿Qué te pasa?- preguntó el rey de buen modo.
Nada me pasa, nada me pasa.
Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
Todos nosotros hemos sido educados en esta estúpida ideología: Siempre nos falta algo para estar completos, y sólo completos se puede gozar de lo que se tiene. Por lo tanto, nos enseñaron, la felicidad deberá esperar a completar lo que falta… Y como siempre nos falta algo, la idea retoma el comienzo y nunca se puede gozar de la vida.
Pero qué pasaría si la iluminación llegara a nuestras vidas y nos diéramos cuenta, así, de golpe, que nuestras 99 monedas son el cien por ciento del tesoro, que no nos falta nada, que nadie se quedó con lo nuestro, que nada tiene de más redondo cien que noventa y nueve, que todo es sólo una trampa, una zanahoria puesta frente a nosotros para que jalemos del carro, cansados, malhumorados, infelices o resignados. Una trampa para que nunca dejemos de empujar y que todo siga igual… ¿Cuántas cosas cambiarían si pudiéramos disfrutar de nuestros tesoros tal como están?

viernes, 5 de diciembre de 2014

jueves, 4 de diciembre de 2014

Sembrad en los niños...

Somos capaces...


Estánda


Un millonario promueve una fiesta en una de sus mansiones; en determinado momento pide silencio, la música para, y dice, mirando hacia la piscina donde criaba cocodrilos australianos:
- El que logre cruzarla y salir vivo al otro lado, ganará todos mis autos… ¿¿¿¿¿¿Alguien se atreve??????
Espantados, los invitados permanecen en silencio y el millonario insiste:
- El que se lance a la piscina, logre cruzarla y salir vivo al otro lado, ganará todos mis autos y mis aviones… ¿¿¿¿¿Alguien se atreve?????
El silencio impera, y una vez más, ofrece:
- El que se lance a la piscina, logre cruzarla y salir vivo al otro lado, ganará todos mis autos, mis aviones y mis mansiones…
En este momento, alguien salta a la piscina. La escena es impresionante… una lucha intensa, el hombre se defiende como puede, agarra la boca de los cocodrilos con pies y manos, tuerce la cola de los reptiles… DIOS MIO… Mucha violencia y emoción. ¡¡¡Parecía una película de COCODRILO DUNDEE!!! Después de algunos minutos de terror y pánico, sale el valiente hombre, lleno de arañazos, hematomas y casi muerto. El millonario se aproxima, lo felicita y le pregunta:
- ¿¿¿¿¿¿Dónde quiere que le entregue los autos??????
- Gracias pero no quiero sus autos…
Sorprendido, el millonario pregunta:
- ¿¿¿Y los aviones??? ¿¿¿¿dónde quiere que se los entregue????
- Gracias, pero no quiero sus aviones…
Extrañado por la reacción del hombre, el millonario pregunta:
- ¿¿¿¿¿¿Y las mansiones??????
- Yo tengo una bella casa, no necesito de las suyas. Puede quedarse con ellas… No quiero nada que sea suyo…
Impresionado, el millonario pregunta:
- Pero si ud. no quiere nada de lo ofrecido, ¿¿¿¿qué quiere entonces????
Y el hombre le respondió muy irritado:
- ¡¡¡¡¡¡Encontrar al hijo de pu.. que me empujó a la piscina!!!!!!
MORALEJA:
SOMOS CAPACES DE REALIZAR MUCHAS COSAS QUE, A VECES, NI NOSOTROS MISMOS CREEMOS… SÓLO NECESITAMOS UN EMPUJONCITO Y EN CIERTOS CASOS… HASTA ALGÚN HIJO DE PU.. ES ÚTIL EN NUESTRA VIDA…

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Educar...





Educar es lo mismo que poner motor a una barca… hay que medir, pesar, equilibrar… … y poner todo en marcha. Para eso, uno tiene que llevar en el alma un poco de marino… un poco de pirata… un poco de poeta… y un kilo y medio de paciencia concentrada. Pero es consolador soñar mientras uno trabaja, que ese barco, ese niño irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hacia islas lejanas. Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca, en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.

Gabriel Celaya 


Este relato lo compartí anteriormente, hoy lo vuelvo a hacer porque me encanta y merece ser leído por todos.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Adiós "Pepe", bienvenido Tabaré.

Bueno, hoy mas de la mitad de los uruguayos estamos felices, la pelota sigue en posesión del mejor partido político que esta gobernando este pequeño y hermoso país por los últimos 10 años, vamos por cinco mas. Estoy segura que si siguen haciendo las cosas bien los corruptos de la derecha no van a poder meter la mano en la lata en beneficio propio por mucho tiempo mas.
El primero de marzo del 2015 es el traspaso de mando y con tristeza despediremos a José Mujica, el mejor presidente que nos guió y nos puso en un primer plano en el mundo por su inteligencia, ejemplo de humildad, autenticidad, por darnos un ejemplo de lo que es vivir con austeridad dándole importancia a las cosas que realmente lo merecen. Un hombre que predica con el ejemplo, dona el 90% de su sueldo para construir viviendas para los mas necesitados, trajo a familias sirias que eran refugiadas de guerra para que puedan tener una vida digna en nuestro país y exhorta a otros países que hagan lo mismo, salio un día de tormenta a ayudar a un vecino porque se le había volado una chapa del techo, todos tenemos aseso a hablar con Él, no anda por la calle rodeado de seguridad, después de ascender a la presidencia siguió viviendo en su chacra donde planta flores y en invierno pone la residencia presidencial a disposición para dar refugio a los que viven en la calle y se resguarden del frió, porque como el dice "esa casa es patrimonio de la ciudadanía".
Por supuesto que no ha hecho todo perfecto, como todo humano en algunas cosas se ha equivocado,
pero todo lo que hizo, lo hizo pensando en que era lo correcto y para beneficio del pueblo.
Por eso este es mi humilde homenaje al hombre que el poder no lo hizo cambiar, que admiro muchísimo y del cual me siento orgullosa de que nos haya tocado a nosotros, los uruguayos el haber contado con su presencia en el puesto mas importante al que se puede aspirar.
Gracias por todo Pepe, por enseñarnos tantas cosas, por desparramar sabiduría por doquier y hacer de este pueblo un lugar mucho mejor para vivir, sobre todo para las personas mas desamparadas.  




domingo, 30 de noviembre de 2014

La loca de San Blas..





LA HISTORIA DE REBECA: LA LOCA DE SAN BLAS La canción de Maná, "El muelle de San Blas", era de una historia real. Este fin de semana tuvo su final con la muerte de su protagonista, Rebeca Méndez Jiménez, una mujer de 63 años que desde 1971 esperaba en el puerto el regreso de su novio, un joven que salió a pescar y jamás regresó. La mujer fue homenajeada por los pobladores de Puerto Vallarta, donde se convirtió en un símbolo por la espera de su amor. Fueron más de 41 años que esperó a su amado Manuel, quien salió de pesca. Sin embargo, quedó atrapado por un huracán que azotó el mar. Nunca más se supo de él y tampoco se encontró su cuerpo. Estaban a una semana de casarse. El golpe fue tan fuerte para Rebeca que desde el día que desapareció Manuel, lo esperó con su traje blanco. Bien fina ella. Con esa elegancia vendió dulce a los turistas en el Muelle de San Blas. Allí fue que el líder de la banda, Fher, la conoció en la década de los noventa. Se interesó por su historia y la convirtió en una de las más hermosas canciones de Maná. El cuerpo de Rebeca fue cremado y sus cenizas arrojadas al mar en búsqueda de su gran amor por las autoridades de Puerto Vallarta, quienes piensan levantar un monumento donde la mujer esperaba a su amado con el fin de recordar por siempre esta maravillosa historia. (Comparte en memoria de rebeca)