lunes, 22 de diciembre de 2014

Donando sangre...




Hace muchos Años, cuando trabajaba como voluntario en 
un Hospital de Stanford, conocí a una niñita Llamada 
Liz quien sufría de una extraña enfermedad. 
Su única oportunidad de recuperarse aparentemente era una 
transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien 
había sobrevivido milagrosamente a la misma 
enfermedad y había desarrollad los anticuerpos 
necesarios para combatir la enfermedad. 
El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le 
pregunto si estaría dispuesto a dar su sangre a su 
hermana. 
Yo lo vi dudar por solo un momento antes de 
tomar un gran suspiro y decir: Si , lo haré, si eso 
salva a Liz. 

Mientras la transfusión continuaba, el estaba acostado 
en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente 
mientras nosotros lo asistíamos a el y a su hermana, 
viendo retornar el color a las mejillas de la niña. 

Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa 
desapareció. El miro al doctor y le pregunto con voz 
temblorosa ¿A que hora empezare a morirme? 

Siendo solo un niño, no había comprendido al doctor; 
el pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. 
Y aún así se la daba.
 
Autor anónimo. 

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